domingo, 29 de mayo de 2011

Viernes

Beirut, Cairo, Bangkok, Moscú, Asunción, Saigón, Almaty, Santo Domingo, Dacca…

A veces me apetece sentarme en la escollera a ver el mar jugando con esos nombres en la boca. Algunos como piedras, otros como joyas. La mayoría, azucarillos en el agridulce de los recuerdos.

16550366-1_thumb1Asunción es un caleidoscopio impregnado de bahía, de lapachos amarillos y rosados entre la furia llameante del flamboyán. La bengalí Dacca, un barrizal tras el monzón, con la fertilidad y la tragedia sobre las mismas aguas. Bangkok y Santo Domingo –engañosas profundidades del azul– podrían hermanarse en el gris de los humos de un tráfico insufrible.

Beirut es un rosa enfermizo hundiéndose en el suave atardecer desde la corniche, junto al faro rebajado de altura por un misil israelita en un aciago día de cólera. Moscú, la lividez insidiosa de la plata, la transparencia de un frío cruel. Hemingway decía que la luz más hermosa del mundo es la de España, que se mete en el corazón para quedarse.

Esta tarde es viernes, se ha ido la luz y llueve con ganas de llover. La gente dice que hace falta agua, que las vacas mueren en las provincias del norte. Con el agua nos proveerán de leche. Para mí, semidesnatada, por favor.

Estoy contento porque sigue siendo viernes y saldré a cenar con los amigos. Beberemos vino y nos reiremos de cualquier cosa. Nos reiremos con la versión más cínica de Pepe y su compromiso post anarquista. Nos iluminará la sensatez de Luis y me sentiré a gusto en su compañía, como frente a una chimenea en un día gélido de mi Pirineo.

Extrañaremos a Eduardo, que está en Bruselas, y echaremos de menos a Paco, que se fue a España a españolearse un poco. Ana y Carmen aportarán un delicado toque femenino.

Meson_Cienfuegos_1624_thumb1Digo que es viernes y saldré a cenar con los amigos en cuanto deje de llover. Seguramente iremos al Mesón Cienfuegos, donde Salvador que, a poquitos, se ha ido ganando nuestra confianza. La calidad de su cocina es muy sólida y a precio razonable. Cosa rara por estas latitudes, casi siempre como para protestar. Con alguna excepción como esta. Como en todo.

Esta noche tendremos invitados. Ella es una mujer hermosa a su manera, con cicatriz que decía no sé quién. Lleva en el caminar, en la mirada, en la compostura del cuerpo, en el movimiento de sus manos al hablar, la personalidad esa que sólo emana de alguien que ha pasado por momentos amargos en la vida: la cicatriz que hace que una sonrisa valga más cuando hace falta que valga algo.

Mulata, del Bronx, 25 o así. Su marido alemán y cincuentón. Él recorrió Afganistán desminando carreteras para la OTAN. Ella bailaba en un escenario de mala muerte ondulando su cintura embaraza para la hueste internacional. Decían que trabajada para la CIA, ella. Me aseguraron que descubrió que los servicios secretos paquistaníes ayudaban a los talibanes secretamente, mientras Washington donaba millones de dólares a Islamabad. No sé. Mejor no preguntar.

No preguntar nada y a ver si deja de llover de una puta vez. Antes de que deje de ser viernes.


IMÁGENES: Arriba, lapachos en flor en Asunción. Abajo, terraza del Mesón Cienfuegos en Santo Domingo.

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