sábado, 16 de octubre de 2010

Leyendas dominicanas: Ciguapas

Entre los relatos y recuerdos lejanos, contados por abuelos campesinos en tibias noches sin luna, emerge siempre una leyenda sostenida por la figura mítica de unas mujeres de gran belleza, de ojos oscuros y rasgados, larga cabellera negra, suave y lustrosa, como tirada al descuido sobre sus pechos desnudos, que se distinguen de las otras mujeres porque tienen los pies del revés y dejan huellas contrarias al rumbo de sus pasos: las ciguapas.

Se dice que son mujeres salvajes, poseedoras de poderes mágicos, pero no aparentan tener nada en común con la brujería y las creencias medievales europeas de viejo cuño. No vuelan en escobas ni se convierten en aves de mal agüero, revoloteando alrededor de las casas, como las brujas, bruixes, güixas, meigas, lamias y sorguiñes de la hispana tierra.

Las historias de ciguapas se cuentan y recuentan en inolvidables noches de prometidos amaneceres, entre los humildes moradores de estos paisajes. Propagadas gracias a una suerte de juglarismo que viaja con el viento entre las montañas y valles de la isla, las mil y una variantes de la leyenda, ocupan ya un lugar en la música, en la literatura y en el arte dominicanos.

El tema de José Duluc fue todo un fenómeno musical. Pone de relieve las cualidades amatorias de la ciguapa, aunque no explota su riqueza folklórica. Existen otros referentes, como la obra de Said Musa, en el bulevar de la 27, en Santo Domingo, o la musa de alambre de Jhonny Bonelly. La fuerte presencia del mito en la sociedad dominicana se evidencia en un premio cinematográfico, en una editorial o en un paraje de la ciudad capital, todos con el nombre de La Ciguapa, sin olvidar los textos de Ángel Guridi, en 1880, de Juan Boch en 1935 o, más reciente, la novela Goeíza, de Mora Serrano, Premio Siboney, en 1979.

En su interpretación moderna, la ciguapa va sufriendo transformaciones físicas y alteraciones significativas en sus tradicionales hábitos y costumbres. Una de las explicaciones más comunes cuenta que, “por las noches, surge de los montes una hermosa mujer de largos cabellos, con los pies hacia atrás, que recibe el nombre de ‘ciguapa’, la cual es completamente inofensiva y sumamente tímida, llegando incluso a asustarse de la gente”.

En esta línea, se dice que tienen un corazón cazador y que, con el cielo oscurecido, salen por las serranías en busca de algún descuidado caminante al que embrujan, aman apasionadamente y luego matan, abandonando su cuerpo por los caminos. Algunos creen en un ser sobrenatural y otros que solo se trata de indias con los pies al revés, dadas al rapto de los hombres que les gustan; que tienen malas costumbres y suelen robar manteca y carne cruda de las cocinas, aunque se afirma también que aprecian el maíz que se siembra en los conucos.

Encontrarse con una de ellas podía significar ser amado –dicen–  de una manera incomparable, apasionada y loca, pero también enajenarse de lo conocido para entrar por siempre en el mundo oscuro y mágico de esas míticas mujeres.

Amores que carga el diablo.


IMAGEN: Ciguapas. El tema está obtenido en internet pero, lamentablemente, no he podido averiguar el autor de la pintura.


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