sábado, 13 de noviembre de 2010

El nombre del huracán

Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro fueron, desde siempre, las tres actividades requeridas para dejar algo nuestro en el futuro del mundo. El presente nos ofrece una nueva y original oportunidad para trascender en la vida: dar nombre a una tormenta.

Los meteorólogos comenzaron a asignar nombres a los huracanes, ciclones, depresiones y tormentas tropicales, en las Antillas, con el fin de facilitar la comunicación con el público y reducir la confusión sobre el fenómeno al que se estaban refiriendo. Durante siglos, se identificaron con el nombre del santo del día: por ejemplo, el huracán de Santa Ana, que azotó Puerto Rico el 26 de julio de 1825 o el de San Zenón, que asoló Santo Domingo el 3 de septiembre de 1930.

A finales del siglo XIX, un meteorólogo australiano utilizó por primera vez un nombre femenino para referirse a un huracán. Esta práctica, que logró consolidarse durante la segunda guerra mundial, se oficializó en 1950 y fue abandonada en 1978, cuando la Organización Mundial de Meteorología incluyó nombres alternos de hombres y mujeres en la lista de tormentas para el Pacífico Norte. Las listas se reciclan cada año y contienen un nombre por cada letra del alfabeto, excepto unas pocas que no se incluyen debido a los escasos nombres que comienzan por esa inicial.

Los nombres de los huracanes más destructivos –Mitch o Katrina, por ejemplo– se retiran y no pueden ser usados hasta pasados diez años. De este modo, se evita confundir una tormenta histórica con otra actual y, de paso, se facilitan las acciones legales, reclamaciones de seguros, etc. Cada nombre retirado se sustituye por otro que comience por la misma letra. Un buen ejemplo es el huracán Hugo, que se movió por el Caribe en 1989, devastando varias pequeñas islas al este de Puerto Rico, luego Puerto Rico mismo y más tarde Carolina del Sur. Fue reemplazado por el español Humberto.

El fin de semana pasado despedimos con alivio a Tomas (sin acento) que hizo de las suyas en la República Dominicana y en nuestro vecino Haití. Los dos próximos serán, si llegan, Virginie y Walter, femenino y masculino respectivamente, con quienes finaliza la lista de nombres asignados para la temporada ciclónica actual.

En Europa, desde 1954, el Instituto de Meteorología de la Universidad Libre de Berlín se ocupa de bautizar cada perturbación atmosférica en ese continente, en el marco de una iniciativa que ofrece la oportunidad de participar activamente en la asignación de nombres. Por unos pocos euros, quien lo desee puede apadrinar un sistema de altas o bajas presiones.

Los años pares, las altas presiones llevan nombres masculinos y las bajas femeninos. La regla se invierte los años impares. Algunos son ya famosos, como Klaus y Cintia, que afectaron este año a España y a otros países del sur europeo.

Cuando asignamos un nombre no se modifica el tiempo –obvio–, pero estamos realizando una contribución importante, con nuestro dinero, para mejorar la formación de futuros meteorólogos y, de paso, dejamos nuestra pequeña huella en la gran historia del mundo.

Que no es poco.


IMAGEN: El huracán “Igor” a su paso por Bermudas (Sep. 2010). Para asignar un nombre, favor contactar con el Instituto de Meteorología de la Universidad Libre de Berlín. La información está en inglés pero el procedimiento es muy sencillo.


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