viernes, 15 de abril de 2011

Semana Santa

Semana SantaNi ancestral folklore patrio, ni rito atávico, ni baraúnda religiosa, ni espectáculo turístico. Simplemente, el reencuentro de un pueblo, en la concordia de la primavera, con el paisaje moral de sus sentimientos y de su conciencia, de sus pasiones y de sus emociones. La cita con la memoria, preservada a través del tiempo, que nos vincula con la necesidad de la indulgencia, en esa dimensión social del amor y la piedad.

Esto es, en cualquier lugar de España, nuestra Semana Santa: una conmemoración profundamente enraizada en las mejores cualidades humanas, en la ética y en la religión, arropada en una simbología de enorme potencia emotiva y bellísima sensibilidad estética.

Las miradas vacías de los que no ven deberían asombrarse del respeto con el que vive cada uno la expresión de su fe o los motivos de su presencia. Ninguna otra cita masiva genera tantísima tolerancia. Mujeres pro-abortistas caminan descalzas junto a la imagen del Cristo del Gran Poder, protegiéndose acaso, con un pañuelo, de la lluvia de cera de los cirios. Políticos profundamente críticos con la Iglesia Católica, presiden sin conflicto las procesiones de su ciudad.

Al caer la tarde del Viernes Santo, las calles se visten con los colores serios de las túnicas de los costaleros cubriendo la arpillera de sus costales. Caminan sin reparar en la presencia de la gente, sombras mudas, silenciosas zapatillas de esparto, rápidos y solemnes hacia su cita anual con el rito de la pasión y la misericordia. No hay gestos, ni palabras, ni saludos.

Dentro de unas horas serán solamente costaleros anónimos portando la efigie de un Cristo Crucificado en la procesión de una de las numerosas cofradías. El majestuoso andar de costeo a costeo, tantas veces ensayado, levantará arrebatadas pasiones entre el público, al compás de una música solemne, en el estallido de la percusión o en la situación respetuosa del silencio.

Nadie que no haya estado en las trabajaderas, juntando su esfuerzo con otros como él, sabe hasta qué punto se comparte ahí abajo la experiencia del sufrimiento. Uno de ellos, intelectual escéptico, me dijo un día: “No creo que estoy llevando a Dios sobre mis hombros, pero sí a un hombre que murió por el perdón de todos. Con esto me basta para involucrarme.”

Las imágenes pueden tardar un ratito en aparecer.

En Aragón, la Semana Santa se vive bajo el eco profundo, palpitante y abrupto de bombos y tambores. En el estruendo de la percusión, con su ritmo monótono y primitivo, desfilan las procesiones, los penitentes, los pasos y las cofradías. Se evocan autos sacramentales y el pueblo conmemora con piedad la muerte del Salvador.

Del Hombre que, al perdonar a sus enemigos porque no saben lo que hacen, dejó abierto el poder del Dios clemente incluso para los que sí lo saben.


IMAGEN: Cartel promocional de la Semana Santa de 2011 en Zaragoza, Ciudad de los Sentidos, editado por el Depto. de Turismo.

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